CORTÁZAR Y EL CINE
DIARIO PARA UN CUENTO
Jana Bokova
sobre el cuento homónimo de Julio Cortázar
Introducción a cargo de
Mariángeles Fernández
Lunes 25 de febrero, 20 h
ENTRADA LIBRE Y GRATUITA
HASTA COMPLETAR AFORO
Diario para un cuento
Dirección: Jana Bokova
Coproducción Argentino-Española
Guión de: Leslie Megahey, Jana Bokova, Gualberto Ferrari, sobre cuento homónimo de Julio Cortázar
Música: Rodolfo Mederos
Con Germán Palacios, Silke, Héctor Alterio, Elvira Minguez, Inés Estévez, Ingrid Pelicori y Enrique Pinti.Duración: 97 minutos
Muchas veces se llevaron a la pantalla adaptaciones de los relatos de Julio Cortázar. Desde realizadores argentinos hasta italianos hicieron versiones, algunas fieles, otras más libres, de los textos del escritor de Rayuela. Desde el vamos, hay una dificultad básica: los relatos de Cortázar son difíciles de adaptar y las razones son variadas y de mucho peso. Cortázar fue uno de los escritores argentinos que más se regodeaba en los pliegues del lenguaje; escribir era para él una actividad lúdica. Si bien algunas de sus tramas son sencillas, no pocas veces recurre a lo inquietante cruzándolo con lo cotidiano. Sus relatos se basan en el desorden y en la fragmentación, y suponen la existencia de un lector "cómplice", un lector activo que pueda unir, coser y descoser un texto para arrancarle el sentido. Todo este excitante, maravilloso y cotidiano universo literario es la expresión natural de una particular visión del mundo. Esa es justamente la esencia que toma Jana Bokova para filmar Diario para un cuento.
Fundamentalmente, la película es una muy buena adaptación libre de una obra que parece inadaptable a simple vista. Relato con una fuerte carga autobiográfica de parte de Cortázar, cuenta, a través de una escritura epistolar, la historia de un hombre que elige vivir en el Buenos Aires arrabalero de los años 50, que se enamora de Anabel -una prostituta a quien nunca podrá olvidar- y que se gana la vida como traductor y escritor de cartas de amor por encargo que las prostitutas envían a sus marineros. Elías, el protagonista, se mueve siempre entre dos mundos sin pertenecer a ninguno, exiliado interior y exteriormente (una típica característica cortazariana). Elías se mueve entre la Europa de la que acaba de llegar y donde va a terminar y Buenos Aires; entre el espacio de la clase alta con su novia oficial Susana y el espacio marginal de su prostituta Anabel, enriquecido por gángsters, marineros y cafishos; entre el centro de la ciudad y el puerto.
Lo que hace Jana Bokova es retomar la esencia del relato acentuando el rasgo autobiográfico, trabajando con las características principales de los personajes, con los ambientes porteños (como el prostíbulo, que es el lugar de los encuentros, del amor, de la traición y de la contención entre esos hombres y mujeres marginales y desterritorializados), y sobre todo recreando mediante el lenguaje cinematográfico el tono de la narración con la misma profundidad y precisión de la obra literaria original. No hay estereotipos ni frases hechas, y lo que es aun más ventajoso, no hay en Diario para un cuento ninguna intención política. Con respecto a este punto hay algo que llama la atención en la adaptación de Bokova y es la inserción de las figuras de Perón y Evita en la película, que le sirven para caracterizar la época y recuperar la devoción de los marginales hacia la imagen "santa" y popular de Evita.
Desechando la grandilocuencia de los actores argentinos, los exabruptos y los manierismos exacerbados, se destaca el medio tono que propone el conjunto de los actores. Germán Palacios interpreta al eternamente joven Cortázar (aunque no se llame así en la película) con sobriedad, rescatando los tonos, los modismos del lenguaje, la bonhomía. Es asombroso, además, el parecido físico del actor, quien al final de la película muestra a un Cortázar que, de regreso en Europa, aparece un poco, apenas más viejo, más reflexivo. También Silke, la española, está bien en su papel de prostituta algo ingenua y, a su manera, fiel.
Resulta interesante la mirada de la directora checa sobre Buenos Aires. Una mirada pacífica, placentera que, sin falsificar una tradición donde se cruzan el tango, los prostíbulos, el barrio de la Boca, las traiciones y el amor, no exacerba ninguno de estos tópicos, logrando un producto digno y honesto. Aunque la película está situada geográfica y humanamente en un territorio marginal, en ningún momento aparece algún tipo de estetización de esa lateralidad.
El mayor acierto de Diario para un cuento es la posibilidad de encontrarnos con una obra que provoca una agradable sensación de placer a través de su honesto homenaje que no traiciona ni supera al original literario. Que no es autocomplaciente, que es digna en su simplicidad y en su belleza formal. En definitiva, si una de las capacidades del cine es la de poder mostrar a través de las imágenes una historia, una ideología, un modo de ser, Diario para un cuento se juega en esa línea.